Es hora de hacer las maletas, es hora de renunciar a todo aquello que no cabe en ellas, la familia, los amigos, tu trabajo, tu casa, y un montón de cosas materiales acumuladas a lo lardo de tantos años. En ellas no hay espacio mas que para 25 kilos y un puñado de ilusiones.
El miedo roba tu sueño la mayoría de las noches antes del viaje, mil preguntas rondan la cabeza, ¿valdrá la pena? ¿saldré adelante? ¿y si fracaso? ¿y si esto que tenia no era tan malo? Pero de pronto están ahí, esas mariposas que hace mucho no sentías, ese entusiasmo por reencontrarte con ese “alguien” que siempre quisiste ser.
Cuando te vas dejas historia, dejas añoranza, dejas atrás un ser para convertirte en alguien mas valiente. Un cambio así no es fácil, sobre todo para alguien como yo, que ante los ojos de muchos, tenia todo aquello que se necesita para estar tranquila, lo que todos ellos no entendían es que la tranquilidad en mi caso no viene de afuera hacia dentro, es así que deje a la persona que construyeron los demás para comenzar a construir un versión para propia de quien soy.